martes, 2 de junio de 2009

Todos somos iguales en esta granja

Publicado por Facundo Falduto en Artepolítica




Todos los animales son iguales, pero algunos son más iguales que otros. La frase de Orwell taladra todas las cabezas y se instala en el centro de la escena política. El mantra implícito que ninguno se atreve a pronunciar. Porque aclarar que muchos no somos tan iguales como otros, explicitarlo, sería la patada nucal inicial para empezar a discutirlo. Y re no da. Re no da debatir que otros sean más iguales que algunos. Ni siquiera que se ponga de manifiesto esa idea..

Pensaba en esto mientras argumentaba sobre los métodos de protesta en esta Argentina clasista y combativa, donde unos son más iguales que otros y entre ellos se pelean. La protesta no es la misma para todos.

La protesta era una hace más de diez años en la aridez y las bolas de pasto del Norte del país, donde nada quedaba ya. Para esa época la actividad económica era inexistente, se había reducido a cero. Nada había allí hasta que aparecieron los primeros piqueteros cortando la ruta.

Los piqueteros alguna vez habían sido obreros y alguna vez habían tenido trabajo, pero ahora no tenían nada. El suyo era un no-lugar, nada podían producir. Un trabajador con trabajo puede hacer paro, hacer huelga, hacer un sindicato. ¿Qué hace un obrero que no trabaja? Pues eso, nada. ¿O no?


Esa gente seguía teniendo algo: una ruta que atravesaba sus localidades y que era necesaria para llegar de un punto al otro del país. He ahí el piquete, la continuación de la protesta por otros medios, el último recurso de quien no tiene recursos. Si no hay trabajo para el trabajador, y el trabajador no tiene el cese de su trabajo como herramienta política, la única alternativa es el cese de la actividad de los otros.

Claro que una cosa es la única y última alternativa de los que nada tienen, y otra cosa es que sea sólo una de las tantas armas de un grupo de poder económico y político que disputa su renta con el Estado nacional. Recordemos: unos son más iguales que otros.

El campo, que de "él" hablamos, la levantó en pala durante seis años seguidos y como es lógico querían ganar un poco más y salieron a discutirle al Gobierno su porción impositiva. Que es esperable y entendible, están en todo su derecho de hacerlo en el marco de nuestra sociedad democrática, capitalista, horizontal y cristiana donde todos somos iguales y nadie hace nada.

Los ruralistas pueden desarrollar el plan de lucha más desestabilizador y vandorista del mundo sin que nadie tenga derecho a patalear. Lo que no se puede -o no se debe, porque nadie hace nada- es apropiarse de una metodología de protesta exclusiva de quienes no tienen nada. Porque si todos somos iguales, pero algunos somos más iguales que otros, no se puede expropiar a los que pasaron de tener nada a tener un poquito.

Los sectores populares, esos que antes violaban el sagrado derecho constitucional a la libre circulación, se quedaron sin una forma de protesta, casi la única que tenían. Ahora es propiedad del campo. Como en una reforma agraria al revés, los agrogarcas ruralistas expropiaron a los sectores populares.

De ahora en más serán los piquetes de la abundancia. Serán cortes de ruta no porque no les quede otra, sino porque "con éste Gobierno no se puede dialogar". Será el legítimo reclamo de impedir el tránsito y el abastecimiento de todos los argentinos en ante la muy repudiable, casi ilegal, falta de diálogo del poder ejecutivo. Será, en definitiva, la versión agreste del golpe de mercado. Pero difícil que el piquete vuelva a ser un método de protesta de los que no tienen nada, ni forma de protestar.

Lo mismo pasa con los llamados "escraches". No eran de todos, todos esos que somos iguales. Eran de los grupos de Derechos Humanos. Ellos se habían quedado sin Justicia. Habían matado a 30.000 personas menos iguales que otras. Alfonsín había empezado a juzgar a los represores; después cerró toda posibilidad de hacerlo con las leyes de Obediencia Debida y Punto Final. Menem los indultó y puso el último clavo en el cajón.

¿Qué les quedó a quienes reclamaban por los Derechos Humanos? Los represores en la calle, los muertos bien muertos, la justicia idem, y nada para hacer. ¿No podían hacer nada? Sí, "escrachar" a los represores que todavía estaban en sus casa y podían circular por libertad por los barrios. Denunciarlos ante los vecinos, ante el mundo. Ya que no estaban en la cárcel, donde debían estar, que su prisión fuera esa: no poder vivir tranquilos, no poder caminar sin que nadie les recriminara los asesinatos que cometieron.

El escrache también nació así. Como último recurso de los que no tenían recursos. Como continuación de la Justicia por otros medios. Única salida para aquellos que éramos iguales a todos, pero menos iguales que otros.

Pero no, ahora el escrache también es otra cosa. También lo expropiaron esos que tenían mucho y juntaron mucho más en estos años. El escrache era la alternativa única ante un Estado que no daba respuestas. Ahora es un arma de quienes más tienen para imponer sus políticas. El Estado los recibe, los funcionarios los escuchan, y hasta pueden votar a otros funcionarios.

Ellos, por el contrario, eligen la violencia por la violencia misma, no porque no les quede otra. Creen que tienen derecho a que el Gobierno, cualquier Gobierno, haga lo que debe. O sea, lo que ellos quieren. Todos somos iguales. Todos tenemos derecho a reclamar. Pero algunos son más iguales que otros, parece, y tienen derecho a que se cumpla lo que ellos quieren. Hasta que la escalada de agresión los transforme en inviables, hasta que sean repudiados por toda la sociedad, la violencia y la protesta serán suyas.

1 comentario:

RELATO DEL PRESENTE dijo...

Uno de los principales problemas es que la gente no entiende a qué se refiere la Constitución con que somos todos iguales.

Somos todos iguales ante la Ley (en teoría) eso quiere decir que la Justicia no nos va a dar a todos lo mismo, si no lo que es Justo y Necesario para cada uno.

Por eso este ispa es tan especial. El Estado no es nuestro protectos, sino nuestro niñero.