martes, 23 de enero de 2007

Microrelato de locura



Veo los gorilas marchar por Libertador y me corrijo a mí mismo porque no es "Libertador". Una voz me dice "Liertaor, boló", pero no puedo darme vuelta, ni intentar increparla, ni gritarle invitándola a que se humanice ni cagarla a patadas. En principio, porque tiene razón y se pronuncia Liertaor, boló, y segundo porque está en mi cabeza, en mi cabeza, en mi cabeza, va dando vueltas. Eludo a cucarachas y a Oficiales de la Policía Federal Argentina con antenas para internarme en la Shell. Unas cinco cucarachas intentan robarse mi helado de plástico, para sumarle perjurio al hecho de comerme un helado policarburado y de cinco pesos. Cinco pesos, carajo, mierda, con los que podría comprarme 1,67 (periódico) Nah!'s, una porno barata (o una Maxim), 10 chipás, o, para ser justos, un helado como Perón manda. Y las balbinistas de las cucarachas me la quieren currar como los cuatro samurai que son (y Splinter). Esto me obliga a medidas drásticas como pelar mis calzoncillos multicolores, sacudir la pelvis, poner a Elvis y patearlas hacia sus exoesqueléticos olvidos. El encargado me quiso hacer limpiar, pero yo hábilmente le eche jugo de manzana a la orina, le hice la Uruguaya que nos enseñara Gastón Pauls esa vez que se dejo de dedicarse a los travestis y filmara Nueve Reinas. Con la plata obtenida, les pagué una mucama y salí patinando sobre mi propio cebo a la vecina localidad de William Morris, crucé la calle y me fui a mi casa a dormir. Fin