Publicado en Sicrono por Facundo Falduto
Cada vez que Cristina Fernández de Kirchner y su marido Néstor se van al Calafate, pueden ocurrir dos cosas: o descansan como en vacaciones o idean un anuncio que cambia todo el escenario político de Argentina.
Eso ocurrió la semana pasada cuando anunciaron que enviarán al Congreso el proyecto de ley para el traspaso de los aportes jubilatorios de las administradoras privadas a el organismo estatal ANSES.
En efecto, la posible estatización de las Administradoras de Fondos de Jubilaciones y Pensiones (AFJP) cayó como una bomba y sacudió los cimientos no sólo de la política local sino que impactó en todo el mundo.
Estamos en medio de una crisis financiera global que cuestiona los cimientos mismos del capitalismo y encarna la (posible) crisis del paradigma neoliberal y el (potencial) resurgimiento del Estado Interventor.
En ese contexto, que CNN En Español dedique dos días seguidos a cubrir el anuncio de una medida de un país con tan poco peso económico y geopolítico en el resto del mundo no es un dato menor.
La posible estatización ocurre mientras los países del primer mundo, usuales defensores de la no intervención, salen a rescatar instituciones financieras con la vana esperanza de ponerle un piso al derrumbe de las bolsas del mundo. Al mismo tiempo, países como Chile también discuten si el Estado debe garantizar las jubilaciones.
Más adelante discutiremos los detalles de la estatización y si la medida es acertada o no (anticipo: sí), pero cabe ahora proyectar a futuro y ver los posibles escenarios de la disputa.
El kirchnerismo cuenta con mayoría en ambas cámaras. Como demostró el conflicto agrario de este año, eso no alcanza frente a la presión de los grupos económicos y el bombardeo mediático opositor (clave: ¿cuántos medios opositores tienen publicidad de las AFJP?).
Además, la presión empresarial contra la estatización será muy fuerte, porque hay mucho en juego. Hablamos de 30 mil millones de dólares, parte importante del escaso mercado de capitales argentino.
Parte de ese dinero está en acciones de empresas estratégicas (Clarín, Coca-Cola, Pepsi, Wal-Mart, Garbarino, y Paty, entre otras). No sería de extrañar que, además de la campaña mediática opositora, circularan intentos de compra de votos en el Congreso (las famosas valijas).
Contra los deseos de Néstor Kirchner, que pretende aprobar el proyecto a libro cerrado y en dos semanas, habrá que hacer política. Esto es, ofrecer concesiones y aceptar alianzas. El oficialismo ya cuenta con el apoyo de la izquierda parlamentaria (SI, Proyecto Sur) y espera la oposición férrea del PRO y parte del ARI.
La UCR y el peronismo disidente son las claves. La mayoría no se opone a la estatización (hasta el vicepresidente Julio Cleto Cobos, casi un opositor consumado, la defiende) pero critica la posibilidad de que los fondos previsionales sean usados para pagar deuda externa (una temible posibilidad) o financiar la campaña electoral de 2009 (una ridiculez irrealizable).
Ese es el margen que tiene el Gobierno para operar, generar consensos y lograr la aprobación de la ley. Contra lo que dicen los medios, la opinión pública apoya la medida, algo que no ocurría con el aumento a las retenciones. Por eso también será importante romper el cerco de los medios opositores y comunicar con claridad.
El Gobierno se juega mucho más que dinero: la autoridad del Estado para intervenir en la economía es fundamental. También pesa la necesidad de cerrar las cuentas fiscales de 2009, se paguen o no los vencimientos de deuda externa (otra vez, esperamos que no).
Pero más aún se juega su propia existencia, la gobernabilidad, a menos de un año de asumir el gobierno de Cristina (pero a cinco y medio del inicio del kirchnerismo). Si pierden esta disputa, quedará sin iniciativa ni posibilidad de gobernar. Y en medio de la crisis, a tres años del próximo recambio presidencial, lo menos conveniente para el país será debilitar al Poder Ejecutivo.
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