[El siguiente escrito es el segundo de una serie de tres artículos que comenzó en El Mito y el Rito y continuó en El Mito y el Rito parte II: la distancia mítica]
Otra forma de aumentar la distancia mítica es la dificultad o imposibilidad del hecho. Cuánto más difícil sea la hazaña realizada, mayor será el mito que alimente. Aquí no sólo se engrandece el rito (ya que, quien reproduzca un imposible bordea el mito mismo) sino que también se enaltecen los valores representados en el mito original.
Esto es fácil de demostrar: Hércules no es grande por nobleza, sino porque sus doce tareas estaban vedadas a los mortales y no se pueden volver a lograr. El rito nunca haría tambalear su mito pues era francamente imposible. Más cerca de la condición humana (por ende, menor distancia mítica), el mencionado Jimi Hendrix no sólo se rescata por su genio compositor y su personalidad y mística, sino por su inenarrable talento. Tocar la guitarra como él lo hacía -un acto que está en otra categoría, tanto que, seguramente no deba llamarse tocar la guitarra- bordea lo irrealizable, y quienes lo intentan pecan de soberbia y a la vez pasan vergüenzas.
En el más hermoso de los deportes, la mitología se cruza con la magia, en el punto donde el mito más grande pertenece al más grande: Diego Armando Maradona y el segundo gol a los ingleses, que puede verse aquí:
El mito de éste gol es enorme. Ocurrió lejos y hace tiempo, es cierto, pero la distancia no se da por eso, sino que lo hermoso de la maniobra nos deja anonadados e incapaces de reaccionar. ¿Qué queda en el fútbol para que conquistemos luego de eso? La visión simple sería sencillamente intentar jugar mejor, hacer otros records, ganar otros mundiales, crear otras magias, es lo que llamaremos El camino de Ronaldinho. Para los amateurs que militamos orgullosos en las argentas filas de seguidores del Diego, lo mejor será acudir al mito, o sea, intentar recrear el golazo una y otra vez hasta que salga. Se constituyó así el nuevo deporte nacional en homenaje a Maradona, gracias a la vieja costumbre de vivir de la gloria vieja.
Hasta no hace mucho, todo intento de recreación había quedado en el lugar apropiado, que era el ridículo. Pero un buen día, un 17 de abril de 2007, uno de los nuestros hizo justicia, formuló el verdadero rito, la actualización casi perfecta, descontando los 21 años y miles de kilómetros de distancia. Con ustedes, el gol de Lionel Messi con el Barcelona frente al Getafe:
Lo que diferencia a éste gol con el original, lo que salva el honor del mito, la verdadera distancia mítica se da, además de la diferencia espacio temporal, en dos factores clave: el de Maradona fue en un partido fundamental de una copa del mundo que terminamos ganando y tuvo la suerte cósmica de contar con el soundtrack lacrimoso del relato incomparable de Víctor Hugo Morales.
Otra forma de aumentar la distancia mítica es la dificultad o imposibilidad del hecho. Cuánto más difícil sea la hazaña realizada, mayor será el mito que alimente. Aquí no sólo se engrandece el rito (ya que, quien reproduzca un imposible bordea el mito mismo) sino que también se enaltecen los valores representados en el mito original.
Esto es fácil de demostrar: Hércules no es grande por nobleza, sino porque sus doce tareas estaban vedadas a los mortales y no se pueden volver a lograr. El rito nunca haría tambalear su mito pues era francamente imposible. Más cerca de la condición humana (por ende, menor distancia mítica), el mencionado Jimi Hendrix no sólo se rescata por su genio compositor y su personalidad y mística, sino por su inenarrable talento. Tocar la guitarra como él lo hacía -un acto que está en otra categoría, tanto que, seguramente no deba llamarse tocar la guitarra- bordea lo irrealizable, y quienes lo intentan pecan de soberbia y a la vez pasan vergüenzas.
En el más hermoso de los deportes, la mitología se cruza con la magia, en el punto donde el mito más grande pertenece al más grande: Diego Armando Maradona y el segundo gol a los ingleses, que puede verse aquí:
El mito de éste gol es enorme. Ocurrió lejos y hace tiempo, es cierto, pero la distancia no se da por eso, sino que lo hermoso de la maniobra nos deja anonadados e incapaces de reaccionar. ¿Qué queda en el fútbol para que conquistemos luego de eso? La visión simple sería sencillamente intentar jugar mejor, hacer otros records, ganar otros mundiales, crear otras magias, es lo que llamaremos El camino de Ronaldinho. Para los amateurs que militamos orgullosos en las argentas filas de seguidores del Diego, lo mejor será acudir al mito, o sea, intentar recrear el golazo una y otra vez hasta que salga. Se constituyó así el nuevo deporte nacional en homenaje a Maradona, gracias a la vieja costumbre de vivir de la gloria vieja.
Hasta no hace mucho, todo intento de recreación había quedado en el lugar apropiado, que era el ridículo. Pero un buen día, un 17 de abril de 2007, uno de los nuestros hizo justicia, formuló el verdadero rito, la actualización casi perfecta, descontando los 21 años y miles de kilómetros de distancia. Con ustedes, el gol de Lionel Messi con el Barcelona frente al Getafe:
Lo que diferencia a éste gol con el original, lo que salva el honor del mito, la verdadera distancia mítica se da, además de la diferencia espacio temporal, en dos factores clave: el de Maradona fue en un partido fundamental de una copa del mundo que terminamos ganando y tuvo la suerte cósmica de contar con el soundtrack lacrimoso del relato incomparable de Víctor Hugo Morales.
[El escrito anterior es el segundo de una serie de tres artículos que comenzó en El Mito y el Rito y continuó en El Mito y el Rito parte II: la distancia mítica]
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