miércoles, 4 de agosto de 2010

Levitar Bar: Poca luz, cámara y acción

Si quisiera escribir un guión cinematógrafico de acción -digamos, una noche de acción en la ciudad de Buenos Aires-, empezaría por Escena II, exterior, noche, y el set sería la esquina de Godoy Cruz y Gorriti, en la puerta de Levitar Bar.



Diría que se franquea el ropero de la entrada y se ingresa a uno de los secretos peor guardados en el Palermo Soja postapocalíptico. Tal vez aclararía, aunque no hace a nuestra historia, que las damas pasan gratis siempre y que los hombres -dependiendo de la fecha y la hora- a veces abonan una entrada con consumisión. Que vale la pena, creanmé, para ver el final de la película.


Si fuera este, en efecto, un film, en los comentarios al margen constaría que hay un pequeño zaguán con dos puertas. Una lleva a la “pista principal”, con su respectiva barra. Esta sala posee una escalera que lleva a un piso superior; la razón de ser de este sector elevado es aún desconocida, y por ende la sospecharemos inmoral. También sirve para llegar al baño de hombres, pero ese es otro tema.

Detrás de la otra puerta está el escenario, la verdadera razón que nos trae hasta aquí. Un patio de una típica y vieja casa chorizo (de esas que tanto han sucumbido a la resaca palermitana), con un techo a media sombra que lo convierte en un espacio semi-al aire libre. Y empiezan a caer los personajes: las chicas detrás de la barra exterior, el DJ que no falla nunca en su espíritu chill out para arriba, los infaltables conspiradores de mesa ratona y los mozos a veces un tanto colgados.

A medida que avanza el guión, los protagonistas se van dando cuenta de que Levitar es el lugar donde estar, sin importar su actitud hacia la substancia líquida: ni los que beben con exceso sin miramientos ni los que sólo buscan el trago ocasional pueden quejarse. Sobre la comida no diré nada; ni siquiera sé si la hay, porque, seamos sinceros, ¿quién se pone a cenar en medio de una película de acción?

Mientras continúa la acción entre volutas de humo -porque se puede fumar en el jardín del bar, dato fundamental en esta actualidad persecutoria- los acontecimientos pueden tomar dos caminos. Uno es la inevitable huída a otros escenarios de la urbe, completada la previa. Otro es quedar atrapado en el lugar; esta opción es mucho más probable ante la llegada de más personajes, como un muchacho que tira las cartas a quienes están sentados en las mesas y suele augurar fertilidad a las mujeres e indiferencia a los hombres.

Si se escapa a otro destino, no tema: en la cuarta, quinta o sexta escena se puede volver a Levitar, que en varias noches de la semana permanece abierto hasta altas horas. En ese momento, el escenario se traslada a la pista principal, donde retumba el otro DJ con música de beat acelerado, esa que tanto bien le hace al alma y tan mal al canal auditivo.

Aquí el film explota y se sale del control del director. Las acciones y los personajes pueden volverse borrosos en ese instante de horas, y el guionista puede perder el hilo. En ese caso sólo tendrá que salir por la misma puerta y volver a la esquina, para anotar el número de escena en el exterior (¿sigue siendo de noche?) y seguir escribiendo desde el punto de partida.

Levitar queda en Godoy Cruz 1715. 

Publicado en Muy Buen Provecho, el excelente blog de @Verow

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