viernes, 28 de noviembre de 2008

Sincericidio de un periodista - II

¿Cómo se inventa un boom?

Publicado por Cicco en Hipercrítico.

Estoy cansado de inventar booms. ¿Sabe cómo se inventa uno? Es muy fácil. Si tres celebridades lo hacen, ahí tiene un boom. Si tres celebridades están con hemorroides en el culo. Las hemorroides en el culo son un boom. Así de sencillo.

Si pudieras visitar una redacción, verías que en medio de ese gran caos, hay siempre un par de periodistas chiflados porque no pueden encontrar la tercera celebridad que les confirme el boom. Pues todo el mundo sabe: dos famosos que hacen lo mismo no es un fenómeno, es una casualidad. Y con una casualidad no se puede fabricar una nota. Aunque hay excepciones.

Una vez, sin un solo dato, sin un solo indicio, sin un solo famoso, inventé mi propio boom. En una nota pedorra de verano afirmé que en las playas de Sudamérica eran furor los perros tatuados. El artículo salió publicado en un medio muy importante y, naturalmente, hasta hoy jamás de los jamases ví a un perro tatuado. El día que la vea, me voy a sentir un precursor. Pero siempre hay un tarado que lee la revista y se le ocurre tatuar al suyo.

No importa en qué medio, ni en qué época, siempre les tuve miedo a mis jefes. En especial, cuando vuelven de una reunión de sumarios, es decir, un miting donde se debaten las ideas periodísticas, el gérmen maldito de lo que más tarde se convertirá en un artículo hecho y derecho. Es decir, en la verdad impresa, lo que usted considera la realidad de todos los días.

Los editores suelen ser gente que vive encerrada, mirando la tele y leyendo a la competencia, gente envenada, contracturada, mal dormida, con problemas de hipertensión y tabaquismo. Como les decía, se puede esperar cualquier cosa de una reunión de editores. Pero lo peor que se puede esperar es que emerja de allí una nota de fantasía, una nota inventada sin pies ni cabeza, algo que nunca vas a ver mencionado en ningún manual de periodismo. ¿Y cómo nace una nota inventada? Es una hipótesis que se le ocurre al jefe máximo –es decir, al director que suele vivir más encerrado y más envenenado que todos los demás- y tu tarea es poner a prueba ese disparate por todos los medios posibles. Normalmente, un periodista que lleva sus años en esto, tiene una agenda con fuentes de confianza a quienes apelará a la hora de certificar el disparate. “Pero eso es un disparate”, repetirán una y otra vez las fuentes. Y, lejos de sentirse persuadido, el trabajo de este buen periodista es tratar de que ese disparate se convierta en realidad. Pues un medio podrá decir cualquier pavada, pero jamás podrá salir en blanco.

Hay redactores que parecen mandados a hacer para esta clase de notas inventadas. Sin un solo dato escriben y escriben con una solidez argumentativa ejemplar. Siempre los admiré. Suelen ser unos cínicos, el mismo cinismo que tendría usted si trabajara en una fábrica de salchichas y supiera cómo coño están hechas. Esta gente sabe la materia con la que está fabricada la verdad que usted consume. La verdad salchicha. Ellos disfrutan viéndolo saborear una verdad que hasta un perro la huele y desconfía.

Hablando de perros, ponerle nombre a una mascota puede ser también un hecho periodístico. Excepto que usted sea un idiota y le ponga Manchita porque el can tiene sus manchas, si lo mira con detenimiento e hila fino, si lo observa al can conducirse por la vida y le coloca un nombre, usted pone en práctica el método más antiguo del periodismo: titular la realidad.

Un año atrás adopté un perro de la calle. No sabía qué nombre ponerle hasta que vimos que, el muy turro, la misma fiesta que nos hacía al recibirnos a mi familia, se la hacía al vecino de atrás. Le pusimos Falluto. Pero decirle Falluto no era decir toda la verdad. A veces, así como era Falluto, también era fiel. A veces, era manso y tranquilo, le podríamos haber puesto Buenito, pero en ocasiones era un hijo de puta que le quitaba la comida a los demás perros y le ladraba a los niños.

Falluto, como todos los seres humanos, es una contradicción viviente. Ponerle un nombre a una de sus caras era negar todas las demás. Por falta de tiempo, de ganas y de espacio, el periodismo es el arte de la reducción. El arte de crear Fallutos.

Los periodistas son los grandes maquilladores de celebridades, los grandes inventores de perros: les colocan colorete, les ponen las plumas, los perfuman, les generan conflictos, los ponen a la cabeza de movidas también inventadas.

Gracias a esta sociedad, los famosos tienen cada vez más trabajo. Y los periodistas tienen tapas para vender. Ellos, las celebridades, ponen la semilla, nosotros le damos la tierra, el sol y los fertilizantes. Y así crecen esas plantas espantosas. Esas plantas floridas y llenas de colores, que no sirven para un carajo.

2 comentarios:

Udi dijo...

Te cuento: en septiembre, octubre de 2004 (ya ni me acuerdo) se hizo en Rosario el "Congreso de la lengua", quizás lo recuerdes. A caballo de esto y en la cresta de la ola sojera los socialistas "rabanito" (rojos por fuera y blancos por dentro) quisieron tirar la casa (ciudad) por la ventana. Y compraron no sé cuantas toneladas de pirotecnia (en Brasil, porque a las pocas fábriquitas que habia en Rosario las persiguieron hasta cerrarlas. Justo es reconocer que trabajaban sin ninguna seguridad....en fin, el capitalismo argento). Bueno, organizaron un festival de fuegos artificiales frente al rio, a la altura del puente Rosario-Victoria (Menem lo hizo....). Lo que provocó el colapso total de las calles de la ciudad. Los rosarinos se comportaron como buenos provincianos deslumbrados y acudieron en masa para ver los colores en el cielo nocturno. Tal conducta de borregos me pegó por el quinto forro, y al otro dia distribui un mail, con formato de "periodismo científico" en el que denunciaba la muerte, por paro cardíaco, causado por el pánico, de miles de "cuises culones". Al cabo de un par de dias recibi varias respuestas indignadas de un par de asociaciones ecologistas y de un veterinario, lamentando el atentado a la fauna autóctona...
Huelga decir que el "cuis culón" es producto de mi imaginación calenturienta...
La estupidez humana no tiene límites, como seguramente habrás tenido oportunidad de comprobar...
saludos

Faco dijo...

Udi: muy bien ahí, eras un proto blogger (?). Yo también soy periodista, entiendo como es, por eso lo publico...