lunes, 19 de febrero de 2007

Yo también soy amarillo



Hará unos veinte años, un dibujante de historietas estaba sentado en la sala de espera de un editor para pactar la animación de una serie de cortos basados en su tira Life in Hell. Al historietista, sentado en ese sillón de cuero, tal vez le haya pegado la manzana newtoniana, tal vez le haya desbordado el jacuzzi que compartía con arquímedes, imposible saberlo. Lo que se sabe es que se dio cuenta de que animar su serie implicaba la pérdida de derechos de publicación que no estaba dispuesto a enajenar. Cuenta la leyenda que procedió a garabatear y en 15 minutos esbozó una familia, con el genio y la frescura que sólo tienen las cosas que se hacen en 15 minutos. La oficina pertenecía al productor James L. Brooks, el dibujante era el señor Mathew Abraham Groening y la familia engendrada fueron Los Simpsons.

Como cualquier persona que haya visto el Especial #138 de Los Simpsons sabe, la serie comenzó como unos cortos muy chotamente animados de uno o dos minutos, para intercalar en The Tracey Ullman Show. Eran rústicos a lo Chicho Serna y tenían muy poca gracia, pero por alguna razón al público (sureño, un poco ignorante e igualmente rústico) de la Fox les encantaron. El éxito acumulado por tres temporada lanzó (merced a la fuerza de la primera ley de Newton aplicada a la fama y el chou del espectáculo) la serie animada independiente, con estreno el 17 de diciembre de 1989. El primer capítulo fue el especial de navidad, donde consiguen a Ayudante de Santa, el perro. A partir de allí, el éxito es fácil de medir y difícil de explicar: a nivel global lleva demasiado tiempo, palabras y cifras. Así que intentaré explicarlo a nivel personal.

No recuerdo exactamente cuando llegaron Los Simpsons a la Argentina y a mi vida (Update: Wikipedia dice que en Telefé en 1992, pero en los comments queda demostrado que se dieron antes por cable, en el '90,) por el simple hecho de que tengo poca memoria y poca vida antes de Los Simpsons. Recuerdo algunas borrosas vacaciones, los días de jardín de infantes, ciertas actividades, pero no mucho más. No hay un antes y un después de la serie en mi vida, sino que la serie coincide con mi vida. Es un hito único en nuestra generación, como la caída del muro de Berlín, el cambio de milenio, el ataque a las torres y el 20 de diciembre. Generó códigos comunes: todos sabemos qué es un Ha-Ha, un ¡Ouch! y el citar frases memorables de ciertos capítulos se ha convertido en santo y seña entre amigos y gente que no se conoce mucho.

Recuerdo haber ido una sola vez a misa, y la recuerdo bien. No la necesitaba, pues ya tenía la propia: elude a mi mente las veces en las que, cualquier día, no estuviera frente a la pantalla, clavado a las 20.30. Matt Groening tenía la palabra revelada y sus diez apóstoles, los escritores, se encargaban de difundirla. No hay sabiduría válida que no se pueda aprender de Los Simpsons: "El rock alcanzó la perfección en el '74, es un hecho científico" Homero dice, y uno va luego y confirma la tesis. "El dinero se intercambia por productos y servicios", frase emitida por el cerebro de nuestro héroe al encontrar U$S20 en lugar de un maní, reemplaza años de teoría contable, según me han dicho exalumnos del Pellegrini. Las búsquedas espirituales de Lisa y sus cruzadas morales por las cosas que uno sabe correctas nos dicen que el mundo puede ser un poco más justo o más mejor.


He estado peleado a muerte con mi padre, con mi familia, con el mundo, pero inclusive en esos tiempos, los domingos Falduto y yo nos sentábamos en el mismo sillón y mirábamos Los Simpsons, en silencio, como sube la marea. Es que también es un puente entre generaciones, las de Homero, que siempre tuvo unos treintaytantos a pesar de nacer en 1955, y las de Bart y Lisa, clavados en 10 y 8 ("No, a ésta altura no debería tener 21" dice un reciente pizarrón). No hay sociología que valga para explicar éste tipo de comuniones.

En abril, Los Simpsons cumplirán veinte años. Hoy tengo veinte años. La serie tal vez algún día muera, en la vigésima o vigésimo cuarta temporada. Cambiará como cambiaron a Homero de tonto a imécil agresivo a partir de la décima temporada, como cambiaron para peor las voces de doblaje. Medio mundo gastará renales fortunas en DVD's o nos lanzaremos a l'interné a piratear 400 episodios de felicidad. Porque ya no son parte de nuestras vidas, sino que son nuestras vidas. Y en ellas, el cénit será el tercer impacto, la película, éste 27 de julio.

Se me erizan los metatarzos.

6 comentarios:

Sancho Panza dijo...

que poeta, papa!!!
si mal no recuerdo, en 1991 yo estaba en 4to grado y juntaba las figus de los simpsons, asi que si mis calculos renales no fallan, la serie llego aca en el 90 o 91, pero puede fallar...
ahi se ven!

Faco dijo...

Es cierto, yo recuerdo lo mismo. De hecho, las figuritas eran de la serie de cortos de Tracey Ullman (Bart inundando la bañera) y de los primeros capítulos de la serie propiamente dicha (Los Simpsons perdidos en el bosque, Bart el genio, etc...). Wikipedia lo que cita de 1992 es el inicio de la transmisión por Telefé, así que puede que la serie se haya emitido por FOX antes que eso...

Sargento Pepe dijo...

Excelente post, che.
Según un sitio maravilloso que lamentablemente ya no está más online, la serie empezó a transmitirse en Argentina en 1990 o 1991 (no recuerdo bien), por Cablín. En YouTube hay una publicidad de Los Simpson en Telefe de 1991, de un episodio de la segunda temporada:
http://www.youtube.com/watch?v=_czOshVe1zg

Yo todavía tengo aquel álbum de figuritas.

J. Sereneider dijo...

Me parece -me parece- que tiene razón YouTube y no la Wikipedia: en el '91 ya daban Los Simpson.

Me acuerdo de rogarle a mis viejos para que me dejaran ir a su cuarto y mirar los Simpson ahí, que los daban a las 10 en Fox. Como decían que eran dibujitos "para adultos", mi vieja se quedaba conmigo, no sea cosa que dieran alguna chanchada y yo ahí como si nada.

Después, cuando lo empezaron a dar a la tarde, yo puteaba porque habían sacado a Telefé del cable y el canal local lo daba sólo a la noche. En fin.

PD: cuenta la leyenda que un gerente de Canal 13 no le vio futuro a Los Simpson y el encargado de venderlo se fue a Telefé a ver si tenía mejor suerte. Un saludo a ese muchacho.

Anónimo dijo...

Mucho antes que en telefue, yo recuerdo verlos en el extinto vcc, a la noche.

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