viernes, 21 de agosto de 2009

Hablan de despenalización



Publicado en Artepolítica

Quiero escribir sobre el tema hace rato, pero siempre me cuelgo. No digo que sea por algún tipo de estupefaciente: no los consumo, ni lo volveré a hacer. Sólo ocurre que esta mañana, mientras bajaba medio kilo de helado de dulce de leche, vi la noticia: La Corte Suprema de Justicia quiere declarar inconstitucional la ley de drogas actual que castiga el consumo, lo que representa un primer paso para la despenalización de las mismas. "Uy, qué flash", pensé, y me quedé mirándome los dedos como media hora.

Se veía venir. Se sentía en el aire. Ya no se trata el tema, social y policialmente, con tanta rigidez como en la década pasada, aunque muchos todavía sufren las consecuencias de la represión. No es casual que, meses atrás, por ejemplo, los llamados "curas villeros" declararan que la droga está despenalizada de hecho. De hecho, el rumor del fallo de la Corte circula hace rato. Ante todo, conviene explicar las implicancias legales del caso.

Desde 1989, en Argentina rige la ley 23.737, que castiga a quien produzca, venda, compre, transporte o almacene estupefacientes. El consumo no está prohibido, aunque sí la tenencia para consumir. El "delito" suele quedar a criterio de los jueces: En 1978, la Corte Suprema de la dictadura declaró constitucional el castigo de la tenencia para consumo. Tras el retorno a la democracia, durante el célebre caso Bazterrica de 1986, la Corte resolvió que era inconstitucional el sancionar la tenencia de cantidades para consumo personal. Cuatro años después, con el caso Montalvo, una corte menemista volvió al criterio anterior. [1]

Como se ve, hay un gran bache legal al respecto. En los últimos años, la Corte conformada por el kirchnerismo viene promoviendo la idea de no castigar el consumo ni la tenencia para fines personales, pero muchos jueces siguen con el criterio anterior, gracias a que aún no se declaró la inconstitucionalidad de la ley.

"La sentencia no pasa de Agosto", dijo una alta fuente judicial a la revista THC. ¿Quiere decir que los narcóticos brotarán por las calles como el agua de las cloacas un día lluvioso, mientras jóvenes endrogados se sacan fotos en pelotas para sus respectivos fotologs? No precisamente. La despenalización sólo evitará que la justicia procese a quienes posean estupefacientes para consumo personal y privado. El consumo en ámbitos públicos, al igual que la producción, venta y traslado de droga, seguirá siendo ilegal, aunque algunos casos seguirán quedando a criterio de los jueces. Si tenés una plantación de marimba, dependiendo del tribunal que te toque, podés fumarte toda la vida preso o salir libre si se acepta que no tenías intenciones de venderla. Ah, las maravillas de la seguridad jurídica.


Todo eso puede cambiar, claro. Una vez que la Corte declare inconstitucional la ley 23.737, el Congreso puede debatir un nuevo proyecto. Pero no será fácil. Mientras THC sostiene que la mayoría de los partidos políticos está a favor de una mayor laxitud, la oposición a la despenalización es fuerte. Es una medida con una mala relación costo-beneficio político. Es difícil que alguien vaya a fundar la Unidad Básica Drogadistos Chivo Rossi Conducción. Lo más probable es que se perciba como la suspensión del servicio militar obligatorio de Menem: algo bueno, pero que debía hacerse hace mucho tiempo.

En este punto, cabe preguntarse ¿Por qué despenalizar el consumo de estupefacientes? Hay unos 200 millones de consumidores en todo el mundo, o sea, el 5 por ciento de la población, según la OMS, aunque  la prohibición hace imposible obtener cifras precisas. Sólo en Argentina, esa cifra representaría dos millones de personas. Además, el 8,1% de los estudiantes secundarios argentinos consume marihuana, el 2,7% cocaína y el 2,2 % éxtasis. Todas esas personas son consideradas criminales por la ley actual, en lugar de pensar que tienen problemas de salud o que son consumidores recreativos ocasionales. Incluso la ONU propone no penalizar a los consumidores y tratar el problema como un tema sanitario.

En Argentina, los consumidores de drogas pueden seguir tres caminos. Si son de clase media-alta, es probable que jamás tengan un problema legal por su consumo, gracias a la posibilidad de obtener substancias de mejor calidad, pagarlas, y disfrutarla en la calidez de su hogar. Quienes no corran esa suerte, pueden ser detenidos en plena calle sólo por actitudes sospechosas, mientras le mejor policía del mundo (Duhalde dixit) revisa sus posesiones. A veces, si no les encuentran drogas, los oficiales les hacen el favor de plantárselas para facilitar que ese enemigo de la sociedad ingrese al sistema correccional. Allí pasarán años, siendo torturados por la policía y sus compañeros de celda, hasta que la Justicia se apiade de ellos. O pueden tomar el tercer camino de ingresar a un centro de rehabilitación, financiados con generosidad por el Estado, donde en muchos casos serán sistemáticamente torturados. [2]

La despenalización permitirá que el problema de los consumidores se trate como sanitario antes que policial. No al revés, como en los muchos casos donde un médico denunció a un paciente antes de atenderlo, violando el secreto profesional. Además, al no tener que preocuparse por el status legal de los "perejiles", las fuerzas de seguridad podrán concentrarse en combatir el narcotráfico y la producción de drogas. Los fondos que se ahorran pueden destinarse a programas de salud pública y rehabilitación. La despenalización debe alcanzar a todas las substancias: no es lo mismo la marihuana que el LSD ni el éxtasis que el paco, pero todos los consumidores tienen el mismo problema, que, reiteramos, es sanitario y no policial. [3]

Aún asi, será sólo un parche para el problema mayor. Miles de personas seguirán terminando presas o muertas en la frontera de todos los países, inmoladas en nombre de una prohibición ridícula e inmoral. La violencia del narcotráfico no tiene límites. Sólo en México, mueren 6.000 personas por año por delitos vinculados al narcotráfico. La droga mueve economías y afecta las estabilidades de los gobiernos. En un muy recomendable artículo, The Economist propone lo que considera la mejor solución: legalizar por completo la fabricación, venta, traslado y consumo de todos los estupefacientes. Entre otros argumentos, sostiene que así se acabaría el narcotráfico (y los crímenes derivados); bajarían los precios y subiría la calidad de las drogas; y los gobiernos podrían recaudar impuestos sobre la producción y el comercio. No es la propuesta de un fanzine de drogadistos, sino de la principal revista del establishment económico mundial. Aún así, es difícil que la idea se tome seriamente en el futuro cercano.

Ese futuro que para los argentinos comienza el próximo martes 25 de Agosto, cuando la Corte Suprema de Justicia emita su fallo sobre la despenalización. Será un gran día, para comenzar a pensar en nuevos proyectos y dejar de preocuparnos por problemas arcáicos. ¿Será también una linda noche, para fumar un porrito?

Autor de la foto

[1] Gracias a Gustavo Arballo por la asistencia legal en estos párrafos.

[2] Recomiendo leer la edición 17 de la revista THC, sobre la represión policial a los consumidores de drogas, y el número 12, sobre la situación en las comunidades terapéuticas para adictos.

[3] La lista de drogas prohibidas por la ley se encuentra en el decreto 772/91, que puede leerse en PDF haciendo click aquí.

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