martes, 10 de julio de 2007

Mi día sobre nevado

Algo no podía andar muy bien si a las 10 de la mañana ya hacía tan baja temperatura. Yo tenía que desayunar y salir apurado para estar a las 11 en Puerto Madero, pero la modorra y la fiaca calentita de mi cama querían más. Por supuesto, ni llegué temprano ni me quedé en mi casa: salí a las 11 a correr el tren y abalanzarme sobre un colectivo en Retiro, llegando una hora tarde.

Me encontraba en el campo por cuestiones administrativas de un torneo de fútbol de ex-alumnos en el que quiero jugar, pero la reunión resultó infructuosa, redundante y todo lo fría que puede ser estando a metros del río. Opté por jugar un picado breve y comer patys del quiosco.

Al volver por el Dique 4 nos volábamos y congelabamos. Tal era la temperatura que enrojecieron mis orejas, endurecióse mi cara, lo que me hizo hablar como deforme, se me congeló la nariz y perdí la sensibilidad en las manos. Me arrojé sobre el 152 con un amigo y opté por no bajar en Retiro sino que seguir camino.

Por la calle discutíamos la categoría de esa aguanieve que caía, que algunos declaraban ya nieve sin pudor. El resto del viaje la vi danzar por la ventanilla sin causarme mayor relajo. Cuando llegué a casa, calado hasta los huesos, exclamé "Che, está haciendo un aguanieve que prácticamente nieva". Acto seguido, se desató todo. Yo iba a ducharme pero cambié de idea, volví a vestirme y, desafiando la gripe, salí a tomar fotos. Había prestado la cámara digital a un amigo muy de confianza y que la necesitaba, por lo cual putié y reputié a él y a mí.

El espectáculo por la calle era increíble. Uno ha visto nieve y no es una cosa tan extraordinaria, pero verla justamente en los lugares de todos los días era único. No creo que pueda describirlo. Tuve que volver a casa, sequé mi cámara analógica y me duché finalmente.

Cambiado y seco, ya había oscurecido y llegado el paquete de facturas con mi padre. Contra todo pronóstico, se largó más fuerte. La el aguanieve, que antes se derretía, comenzó a cuajar y convertirse en nieve. Salí entonces con mis dos padres y el perro, a sacar más fotos de todo el barrio cubierto de blanco. Ya era de noche y la nieve lenta tenía un encanto que te hacía sentir extranjero en tu propio barrio, viéndolo con otros ojos. Además, nos cruzábamos con los vecinos a los que vemos siempre, pero sabiendo que todos salían por lo mismo. Era una mezcla de mersada y magia.

No puedo articular más porque me ha dejado sin palabras y esto me está quedando como el culo. Pero lo quería contar.

1 comentario:

Tytania dijo...

opino todo lo contario a eso d q t kedo para el culo el escrito..
me gustado muchoooo!

jusamente era lo q tenia ganas d leer.. ;)

ojala no t olvides nunca d cuandoviste nevar en buenos aires, luego d tanto tiempo... ;)

kisses!
mika