miércoles, 29 de octubre de 2008

Hoy me bajé del subte en Retiro, como todos los días, y vi a una anciana de al menos 70 años repartiendo volantes. Eran de un curso de computación, de esos que traen una raspadita con un supuesto premio que no es más que el mismo producto que venden. La señora que los repartía podría ser mi abuela, pensé, e inmediatamente me acordé de ella. Mi abuela se llama Haydée, tiene 78 años y lleva casi cuatro décadas viuda.

Mi abuela se casó en 1955 y tuvo una hija, mi madre, en 1960. Mi abuelo murió de un ataque cerebral en 1966 y las dejó a su suerte, por lo que tuvieron que trabajar, mi abuela primero y mi madre cuando tuvo edad suficiente.


Mi abuela vivía en una familia más o menos acomodada de clase media porteña, nunca había trabajado, y tuvo que aprender para arreglárselas, como todo el mundo. Aprendió a manejar y estuvo a cargo mucho tiempo de un negocio de decoración en Lomas de Zamora.

Pudieron vivir más o menos bien, mi madre pudo estudiar, se recibió, y entró de empleada en un banco. A mi abuela le pagaban la mayor parte del salario en negro pero no le importaba mucho. Un buen día un empleado le hizo juicio a su empleador por esa misma razón. Mi abuela defendió a su empleador, porque así le habían enseñado y no le gustaban esas cosas. Ni los problemas. Y menos que menos nada que rozara el sindicalismo.

Mi abuela se jubiló en 1987 con la mínima, porque nunca le hicieron los aportes. En 1994 privatizaron las jubilaciones. Los aportes que antes hacía mi madre para que el Estado le pague la jubilación a mi abuela pasaron al sistema privado, junto a otros 30 mil millones de dólares.

En 2001 mi abuela pasó a cobrar 145 pesos mensuales, pero no pasaba hambre porque vivía con nosotros y la manteníamos. Hoy cobra casi 700 pesos de mínima, y espera que den un aumento antes de fin de año, para no tener que aguantar hasta que implementen la ley de movilidad jubilatoria.

Cuando vi a esa señora en el subte me acordé de mi abuela y pensé qué habría sido de ella si no la hubiéramos podido mantener. Se me cerró la garganta. Y cuando pienso en los que salen a defender las AFJP, que reclaman por "su" plata, sus "aportes privados", me pregunto si ellos no tendrán abuelas.

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